Según transcurren los días, me van surgiendo recuerdos de fechas señaladas. Como personas estamos ligadas inexorablemente a la memoria y cultivarla es una forma de conocer mejor las cosas, tanto de lo ocurrido en el pasado como de lo que vivimos en el presente. Lo ocurrido hace 6 años, en 2004, fue para mí uno de los momentos de mayor incertidumbre e incluso angustia. Los atentados del 11 de marzo en Madrid, que conocimos desde que se fueron sucediendo a primera hora de la mañana y sobre los que la radio nos iba informando, fueron un acto de suma gravedad, por el elevado número de víctimas, y de con unas características nuevas. En parte fue similar al ocurrido tres años antes en Nueva York y de hecho tuvo una gran relación, pero en España tuvo su propia especificidad.
Cuando ese día llegué al trabajo observé el impacto en las caras de los compañeros y las compañeras. Las reacciones, sin embargo, fueron diversas y lo que más me llamó la atención fueron las expresiones airadas de determinadas personas. El elemento común era su contenido retrógrado. En casi todos los casos procedía de quienes tenían una ideología conservadora, pero no faltaron casos de voces airadas de gente progresista. Teniendo en cuenta que la información transmitida por los medios de comunicación era en las primeras horas lo que el gobierno orientaba, los términos utilizados fueron creciendo en rotundidad. ETA y más ETA, el nacionalismo, léase vasco y similar, como gran causante de todo ("Ahora dirán los de..."). Sólo a última hora de la tarde, cuando hablé con el amigo Antonio, pude mantener una conversación sin las interferencias malintencionadas de la mayoría de los medios de comunicación y de los tópicos que por doquier se repetían. Las noticias iban cambiando y ya no se hablaba sólo de lo que había sido la versión inicial.
Cuando ese día llegué al trabajo observé el impacto en las caras de los compañeros y las compañeras. Las reacciones, sin embargo, fueron diversas y lo que más me llamó la atención fueron las expresiones airadas de determinadas personas. El elemento común era su contenido retrógrado. En casi todos los casos procedía de quienes tenían una ideología conservadora, pero no faltaron casos de voces airadas de gente progresista. Teniendo en cuenta que la información transmitida por los medios de comunicación era en las primeras horas lo que el gobierno orientaba, los términos utilizados fueron creciendo en rotundidad. ETA y más ETA, el nacionalismo, léase vasco y similar, como gran causante de todo ("Ahora dirán los de..."). Sólo a última hora de la tarde, cuando hablé con el amigo Antonio, pude mantener una conversación sin las interferencias malintencionadas de la mayoría de los medios de comunicación y de los tópicos que por doquier se repetían. Las noticias iban cambiando y ya no se hablaba sólo de lo que había sido la versión inicial.
Al día siguiente, cuando ya se tenía más información y se descartaba con mayor veracidad la versión oficial, esas mismas personas que habían estado en el trabajo ladrando el día anterior, guardaban silencio. ¿Por qué?
Por la tarde acudí a Cádiz a la manifestación convocada como repulsa por lo ocurrido. Fuimos en dos o tres autocares que puso el ayuntamiento, pero por donde no apareció nadie del PP, partido gobernante también en Barbate. Caras conocidas, de gente de izquierda, en un día de perros por la lluvia. Reconozco que me sorprendió la respuesta tan multitudinaria. Como la que hubo en tantas ciudades del país.
El sábado, previo a las elecciones, fue un momento clave. Por la tarde se produjo en Madrid la movilización peculiar frente a la sede del PP, en la célebre calle Génova. Un nuevo sistema de convocatoria movilizó a cientos y luego miles de personas mediante los mensajes de móviles. Pude leer semanas después cómo se gestó. El profesor José Luis Molinero lo contó. Fue una iniciativa que partió de un grupo reducido y que se fue extendiendo. Pudo brotar no sólo porque la cadena SER aireara por sus emisoras lo que estaba ocurriendo, sino por un estado de ánimo en amplios sectores de la población que habían visto cómo se intentó manipular a la opinión pública de la peor de las maneras. El gobierno quería despistar a la gente con versiones alejadas de la realidad con el fin de quitar de sus mentes lo que fue su gran responsabilidad en lo ocurrido el 11 de marzo. Aznar y compañía habían sembrado una simiente de odio y violencia cuando decidieron ser partícipes de la guerra contra Iraq. Lo pagaron caro en las urnas. Pero no de otra manera. ¿Por qué?