domingo, 31 de enero de 2021

La línea ideológica oficial del PSOE entre 1879 y 1910


El curso 1980-81 fue el último de mi carrera de 
Geografía Historia. Una de las asignaturas fue la optativa "Las ideologías sociales obreras en la España Contemporánea. 1868-1910", impartida por la profesora María Dolores Gómez Molleda, que a la sazón era la catedrática de Historia Contemporánea. Fue una experiencia muy interesante, porque la forma de afrontarla difería completamente de las otras asignaturas, basadas sobremanera, en la mayor parte de los casos, en las disertaciones del profesorado y los exámenes memorísticos finales. 

Como ya había ocurrido con la misma profesora durante el curso anterior, el método de trabajo consistió en una sesión semanal de varias horas y en la búsqueda de información en base a una bibliografía que previamente nos iba indicando. Las sesiones de grupo eran, pues, un momento de intercambio de conocimientos, tanto por parte de la profesora como por lo que cada alumno o alumna podíamos aportar. Leí prácticamente todo lo que se propuso y eso hizo que durante las sesiones de grupo participara con frecuencia y entusiasmo. Repito, una experiencia muy enriquecedora, de la que soy consciente de haber aprendido mucho.

Al final de los dos cursos teníamos que presentar un trabajo que registrara, a modo de memoria, una síntesis-esquema del contenido y la bibliografía que habíamos consultado. De 4º tengo unos recuerdos difusos, aunque las lecturas se centraron en la Teoría de la Historia, con especial énfasis en la historiografía francesa de la conocida como Escuela de Annales. Y fue precisamente en torno a los tiempos en la Historia el tema que la profesora me planteó al final del curso, cuya composición tuve que realizar a lo largo de una tarde. En el caso de 5º tuvimos que realizar un trabajo de uno de los aspectos y que elegimos libremente. 

De 4º no conservo la memoria realizada, que entregué a la profesora sin haber hecho una copia. Distinto fue el caso del último curso, pues me preocupé de hacer una copia de la memoria correspondiente y, además, del trabajo. Opté por el socialismo y más concretamente el PSOE, dándole el título "La línea ideológica socialista oficial". Es lo que se puede leer en la entrada, respetando su contenido tal y como se lo presenté a la profesora, y sólo haciendo ahora una modificación en lo relativo a la forma de reflejar las citas. 

Después de haberlo leído el trabajo estos días, creo que su contenido puede resultar interesante y, en parte, hasta curioso.  


1. Bases teóricas

1.1. La huella guesdista

El socialismo español ha sido caracterizado por los historiadores españoles como guesdista en sus primeros tiempos, por las influencias que vinieron de Francia y que marcaron el carácter del primer partido obrero español. El guesdismo es una doctrina o corriente ideológica socialista poco renovadora y que adolece de investigaciones originales (en parte por un desconocimiento profundo del marxismo), reduciendo al marxismo a una pedagogía política basada en criterios abstractos. De esta manera, se dedica a mantener entre los obreros la esperanza y la inminencia de la revolución[1]. La vulgarización que se hace del marxismo impregna al partido, su acción política y sus programas de unos rasgos característicos, que, en cierta medida, actúan –al menos en el caso español- como lastres  o frenos para su desarrollo y su influencia entre la clase obrera[2].

En los orígenes del guesdismo juega un papel muy importante la influencia lassalliana, referida en tres aspectos: la aceptación de la ley de bronce de los salarios; el desinterés de todo tipo de reformas en el capitalismo; y el interés prioritario por la organización[3].

El guesdismo puede resumirse en los siguientes rasgos: en primer lugar, sobresale la idea de la inminencia de la caída del capitalismo a favor del orden socialista. En segundo lugar, y como consecuencia, urge la tarea de reforzar la organización, como principal instrumento para alcanzar los objetivos revolucionarios. En tercer lugar, su determinismo hace que se menosprecie la lucha reformista. Y en cuarto lugar, el obrerismo o inflexibilidad en la política de alianzas le lleva a una práctica sectaria, le aísla del resto de las fuerzas sociopolíticas y provoca recelos sobre la cooperación de los intelectuales. En suma, la base teórica es esencialmente  revolucionaria, si bien, andando el tiempo, se irá tornando en una práctica reformista.

A pesar de esta etiqueta –real, verdaderamente-, cabe preguntarnos hasta qué punto las influencias exteriores que penetraron en España (a través de José Mesa, primero, y de los contactos entre los partidos francés y español, después) son o no condicionantes para calificar su carácter. Como señala Pérez Delgado, puede decirse que en España hay diversas prácticas e ideologías obreras anteriores a la constitución de la Federación Regional Española de la AIT que persisten e influyen posteriormente, coexistiendo con la penetración de doctrinas y formas organizativa desde Europa[4]. ¿Acaso no existe una similitud, por ejemplo, entre la “obsesión” socialista por el reforzamiento de la organización y aquella anarquista que la concebía como embrión de la sociedad futura?

Pero veamos ahora cómo son los rasgos de la línea socialista oficial, donde veremos las influencias del exterior, la herencia del pasado, las limitaciones de los primeros socialistas, los cambios que se van operando en su interior, etc.

1.2. El análisis del capitalismo

En el Programa del PSOE de 1879[5], redactado bajo la inspiración de Francisco Mora, se dice que en la sociedad existe un antagonismo de clases que agrava las diferencias sociales progresivamente, de tal manera que cada vez hay más pobres. La clave de esas diferencias reside en la explotación de los ricos sobre los pobres, como poseedores, aquéllos, de las tierras, máquinas y demás instrumentos de trabajo. Se añade que el poder político garantiza la explotación de la clase media.

Un año después este Programa es reformado[6] y, pese a que la esencia sigue siendo la misma, se introduce una serie de novedades que lo hacen más rico en contenido.  Ahora se habla claramente del antagonismo entre burguesía y proletariado. La primera, como clase dominante y poseedora de los instrumentos de trabajo. Y la segunda, como dominada y poseedora de la fuerza vital. La consecuencia de esta explotación es la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política de la clase obrera. Es interesante el concepto de envilecimiento intelectual, que tiene su alternativa (y que más tarde comentaremos) como expresión de una aspiración común dentro de las organizaciones obreras en pro de una mayor formación intelectual para comprender mejor su situación de explotación y conseguir una igualación social.

Será en el Informe que Jaime Vera redacta en nombre del PSOE ante la Comisión de Reformas Sociales en 1884[7] donde nos encontramos con el primer documento socialista que tiene mayor rigor científico y se aproxima de una forma más profunda a un análisis marxista del capitalismo. Conociendo la formación universitaria de Vera, podremos comprenderlo. Un Informe que, desde una postura socialista y de clase, está exenta de sectarismo y alejada de ese verbalismo de los políticos burgueses o de los proletarios que se disculpaban con la falta de formación[8].

Jiménez Araya señala en su comentario crítico que Vera hizo una mezcla de textos originales de Marx y Engels, y de otros de divulgación. Esto es lo que lo llevará a ciertas confusiones.

Partiendo del antagonismo entre burguesía-clase explotadora y proletariado-clase productora de riqueza social y no poseedora, piensa Vera que los intereses de ambos son contrapuestos, enfrentados entre sí por el régimen de salario. El tratamiento que hace del salario denota influencias de Guesde y Lassalle (ley de bronce de los salarios), haciendo desprender el salario, como el precio de cualquier mercancía, del juego de la oferta y de la demanda, cuyo punto de equilibrio determinaría su nivel máximo, es decir, el coste de sostenimiento del obrero y su familia[9].

La crítica que realiza al capitalismo la hace desde tres puntos. Lo considera como un régimen transitorio entre el feudalismo y el colectivismo, en contra de los ideólogos burgueses de culminación del progreso social en la sociedad capitalista. El origen del capital se encuentra en el robo que el patrono realiza sobre el obrero a través de la plusvalía. Y, por último, tiene en su seno las contradicciones que lo harán desmoronarse: engendra al proletariado, que lo destruirá; aun reconociendo la propiedad privada, roba al obrero y despoja al pequeño propietario; la producción es anárquica, provocando crisis cíclicas.

Para Jiménez Araya la referencia que hace a las crisis cíclicas coincide con Marx en cuanto a su carácter autodestructivo, pero busca Vera las causas en la teoría del subconsumo (ajena a Marx y propia de los socialistas franceses y alemanes), que habla del desequilibrio creciente entre la evolución de la producción y la capacidad adquisitiva menor de la mayoría de los consumidores[10].

Dentro de la óptica del materialismo histórico, reconoce el carácter progresivo del capitalismo, influido por El Manifiesto Comunista. Este carácter progresivo lo explica en el paso que se produce de la producción individual (artesanado) a la colectiva (gran empresa), antesala, esta última, del socialismo.

A nivel político, la democracia en el sistema capitalista tiene un valor relativo, pues no existe una verdadera igualdad política sin otra económica. Los derechos políticos han de ser un medio, nunca un fin. El gobierno es un instrumento de las clases dominantes para perpetuar su posición. Los obreros, por ello, no han de apoyar a los partidos burgueses, ni siquiera a los radicales.

Aquí se ve una característica del obrerismo guesdista, que será caballo de batalla a lo largo de años, sobre la alianza con los partidos burgueses más avanzados. El mismo Vera, un año más tarde, será el primero en dar la batalla sobre ese asunto.

En lo referente al estado capitalista y la acción política de la clase obrera, el Informe de Vera adolece de lagunas importantes en lo referente a la situación española, como las relaciones de clase, la estructura del poder de la Restauración, el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la ausencia del problema agrario…[11]. Este defecto será general de todo el partido, nada realista en su análisis de la sociedad española y que provocará defectos tan garrafales como olvidar que la población agraria española era superior a la mitad de la del país.

1.3. La transición al socialismo y el socialismo

Dentro de la estrategia marxista sobre la transición de la sociedad capitalista a la comunista, figura como condición previa la posesión del poder político por la clase obrera, a través del cual se puede acometer la tarea de destruir el estado social existente y socializar los medios de producción, abolir las clases sociales y emancipar a los trabajadores. Este punto será incluido siempre en los programas de 1879, 1880 y en el Informe de Vera.

La nueva sociedad se organizará sobre la base de colectividades obreras unidas por reciprocidad e interés común (Programa de 1879) o de la federación económica (programas de 1880 y 1888)[12], de clara influencia proudhoniana[13]. En el Programa de 1880, no  obstante, hay una clara referencia al estado obrero, como delegación administrativa, no arbitrario y cuyos funcionarios tengan un carácter revocable. Como se ve en esto último, se acerca a lo expuesto por Marx en su comentario sobre la Comuna de París[14].

La transformación de la propiedad individual o corporativa en propiedad social, colectiva o común será otro rasgo de la sociedad nueva (programas de 1879, 1880, 1888 e Informe de Vera).

Jiménez Araya señala, refiriéndose al Informe de Vera, pero que puede hacerse extensible a los otros documentos, que la utilización del término colectivismo es confuso, pues lo equipara a socialismo, socialismo colectivista o comunismo. Tal utilización era frecuente entre los socialistas franceses y los anarquistas, mientras que Marx prefirió el término comunismo[15].

La apropiación del producto íntegro del trabajo y la retribución en base al trabajo realizado son otros rasgos de la nueva sociedad. Morata comenta que por aquella época se daba una polémica entre los socialistas, según considerasen que la retribución se hiciese bajo el principio “a cada uno según sus servicios” (colectivistas) o el de “a cada uno según sus necesidades” (comunistas)[16]. Incluso dice que en el Programa de 1879 se eluden los vocablos colectivista y comunista.

En realidad, como ya se ha dicho anteriormente, existe una falta de conocimiento de las fuentes primarias del marxismo, cosa que era inherente a la corriente guesdista del socialismo europeo. El derecho al producto íntegro del trabajo es premarxista, al no tener en cuenta la necesidad de reproducir y ampliar los instrumentos de reproducción[17]. Marx deja la cuestión bastante clara al diferenciar las dos fases de la sociedad comunista, la primera de las cuales (fase inferior), recién salida de la sociedad capitalista, retribuye el producto del trabajo desde la óptica del derecho burgués y desigual, es decir, “según su trabajo”. Por el contrario, en la fase superior la retribución se hará “según las necesidades”, una vez desaparecida la subordinación de los hombres a la división del trabajo y la oposición entre trabajo manual e intelectual[18].

La consecución de una enseñanza integral de la ciencia, la industria y el arte (Programa de 1880) o de una enseñanza general, científica y especial en cada profesión (Programa de 1888) va en la línea de conseguir una nivelación de las desigualdades intelectuales y, por tanto, sociales (por cuanto la oposición trabajo manual y trabajo intelectual es una forma de división del trabajo), y hacia una formación integral del hombre. Asimismo, la equiparación por igual de ambos sexos en la impartición de la enseñanza va en la línea de la igualdad entre el hombre y la mujer, aunque ya veremos más adelante en las medidas de corto plazo cómo hay una referencia a la imposibilidad de la mujer para ciertos trabajos.


2. Los instrumentos de la clase obrera

2.1. El partido

Uno de los puntos de la polémica en el seno de la AIT entre bakuninistas y marxistas giró en torno a la estructura de la organización obrera. Los bakuninistas querían dar más autonomía a las organizaciones de base y a las nacionales con respecto a la comisión central. Los marxistas, tachados de autoritarios, veían en la centralización una mayor garantía en la eficacia de la acción[19].

Esta diferencia habría de perdurar posteriormente entre los respectivos herederos de las dos corrientes, de tal manera que en España el PSOE se organizaría de una forma similar a la de sus hermanos europeos.

En el Congreso de 1888 se trasluce que el objetivo del partido de la clase obrera es el de organizar al sector más avanzado de la clase, con vistas a lograr la aspiración de toma del poder político[20].  De esta manera el partido se erige en elemento director de la lucha contra el capitalismo, la organización desde la que los trabajadores han de ir tomando conciencia. Desde la posición guesdista, su reforzamiento significa la base del éxito.

El carácter elitista que Pablo Iglesias le dio al PSOE contribuyó a que su imagen de cara al exterior no fuera positiva, en especial entre los círculos anarquistas, que añadían a ello su odio al burocratismo y la jerarquización.

2.2. La prensa

La consecución de órganos de prensa como vehículos propagadores de las ideas socialistas supone una tarea auxiliar para el propio partido. El Socialista habría de ser el periódico principal del PSOE. Un año antes de su salida a la luz, que fue en 1886, se discuten las bases del periódico, que son las siguientes[21]: a) como medio de defensa del PSOE y de organización de sus simpatizantes; b) para apoyar a los movimientos de resistencia; c) ante la necesidad de crear una central sindical; y d) como medio de combate a los partidos republicanos, sobre todo los más avanzados, aunque se prefiriera la república a la monarquía como forma de gobierno.

Como se ve, el primer punto está en relación directa con el partido, como medio de propaganda. El último punto, que habría de ser el más polémico, tiene un claro carácter de lucha ideológica, en especial con los grupos republicanos radicales, competidores suyos en la búsqueda de una base social, muy posiblemente porque en aquellos años la influencia de los partidos republicanos entre las masas populares aún se conservaba. No hay que olvidar que la clase obrera española tenía una tradición republicana, problema que también se le presentará a los anarquistas en los primeros años. Los otros dos puntos afectan indirectamente al partido y sobre sus implicaciones hablaremos en el punto siguiente.

Según se va desarrollando el partido van apareciendo otros periódicos, como La Aurora Social de Oviedo, La Lucha de Clases de Bilbao, etc. Este último es un claro ejemplo de la prensa que sigue la línea más ortodoxa del partido, teniendo gran relevancia en Vizcaya, al menos en relación a la importancia del PSOE en aquella zona[22].

2.3. Los sindicatos

El Congreso de fundación de la UGT en 1888, unos días antes del celebrado por el PSOE, marca como objetivo central la mejora de las condiciones de trabajo de la clase obrera, apelando a la huelga si fuera necesario (se subraya el carácter de bien organizada) y recabando del gobierno una legislación social[23]. Como se ve, sus objetivos eran de claro matiz reformista.

Sin embargo, para Pérez Ledesma los motivos que en un principio movieron al PSOE para la formación de la UGT eran los de desarrollar la conciencia obrera, más como una especie de escuela del socialismo que como instrumento de mejoras económicas y sociales[24]. Pone esto de nuevo en relación con el carácter guesdista en estos años.

En el Congreso del PSOE de ese año se marca perfectamente la diferencia de tareas y objetivos entre el partido y los sindicatos. Éstos tendrían como misión la de organizar a la clase obrera, sin necesidad de que sus afiliados sean socialistas. Sería un campo de reclutamiento y medio de ampliar la influencia del partido. Si en teoría no existía ninguna vinculación orgánica, en la práctica sí la habría[25].

A partir de los años 90 el reformismo social, en conexión con los cambios que se van produciendo en el partido, irá tomando importancia. El 1 de mayo de 1890 tuvo para el PSOE un carácter reivindicativo, a favor de una legislación protectora del trabajo y en clara discrepancia con la postura anarquista de convocar huelga general. Los socialistas sólo eran partidarios de la huelga general con fines políticos, como medio para la toma del poder, y sólo en momentos muy precisos, pero siempre que estuviese bien organizada[26]. En 1902 volvieron a dejar solos a los anarquistas, otra prueba más del distanciamiento socialista de cualquier práctica revolucionaria, inmerso en un reformismo social, que para Iglesias suponía un medio de fortalecer la conciencia revolucionaria[27]. 

En cuanto al desarrollo de los conocimientos económicos entre los socialistas españoles, el mismo Pérez Ledesma habla que se hace a través, sobre todo, de la entrada de las ideas de Deville (partidario de un socialismo más evolucionista, cuya obra Principios socialistas se tradujo en 1898) o la traducción de El Capital[28].

2.4. Las juventudes

La formación de las Juventudes Socialistas es una expresión más del descontento que se iba incubando en el PSOE, en oposición a la línea ortodoxa “pablista”. Pese al carácter rebelde y heterodoxo con que nacieron y que seguirá teniendo (no olvidemos su participación en la polémica sobre la III Internacional), las Juventudes reciben la aprobación oficial del partido en 1905, celebrando en 1906 su Congreso Constituyente.

El propósito de las Juventudes Socialistas es el de servir como auxiliar del partido, sobre todo en épocas electorales, y difundir las ideas socialistas entre la juventud a través de conferencias, asambleas y excursiones[29].


3. Las medidas de acción práctica

3.1. La participación electoral y las alianzas con la burguesía

La participación electoral no resultaba ningún problema para los socialistas. Cuando en 1890 se les presenta la primera oportunidad de hacerlo, tras el restablecimiento del sufragio universal por Sagasta, no dudan un momento. Pero los resultados electorales fueron un fracaso en los primeros años (todavía más en relación a otros partidos europeos) y aunque en 1891 consiguen los primeros concejales  en Bilbao, habrían de esperar a 1905 para obtenerlos en Madrid y a 1910 para colocar su primer diputado en el parlamento, también por Madrid.

Estos fracasos iniciales no les hacen desistir y desde 1890 dirigen todo su centro de acción en la lucha por la conquista de escaños. El nuevo carácter del PSOE, reformista en lo social y moderado en lo político, tiene como factor esencial el adaptarse a unas circunstancias desfavorables[30].

La posición ante la política de alianzas se convirtió en el detonante principal de las sucesivas tendencias disidentes. La aprobación de la cláusula referente a la lucha contra los partidos republicanos más avanzados en las Bases de El Socialista provocó la salida temporal de hombres como Vera, Mora, Calleja, etc., partidarios de un trato más benevolente con los republicanos mientras éstos no estuviesen en el gobierno[31].

Esta postura fue mantenida hasta 1908, aunque en el pasar de los años surgieran indicios que apuntaban hacia lo que al final ocurrió. Mientras que en el Congreso de 1888 se repite lo adoptado en las Bases de El Socialista y en 1890 se dice que los partidos burgueses “desde el conservador al federal, sólo tienen como mira mantener el régimen del salario”[32], en 1899 se acuerda la posibilidad de establecer una cooperación con los partidos avanzados cuando los principios democráticos estén en peligro de hecho o de derecho[33].

En 1905 el Comité Nacional y un referéndum interno desechan el acuerdo de la Agrupación Socialista Madrileña, a instancias de García Quejido, sobre el apoyo a candidaturas republicanas donde no las hubiera socialistas[34]. Por fin, en el Congreso de 1908, coincidiendo con época de declive (en 1907 habían conseguido 8.000 votos en toda España, frente a los 29.000 de las elecciones anteriores, de 1903) se acepta la alianza con partidos burgueses a propuesta de alguna agrupación o del Comité Nacional, y con la aprobación de los 2/3 del partido[35].

3.2. Medidas políticas y económicas

En los programas y las resoluciones de los congresos se va aprobando una serie de medidas de orden práctico con vistas a ir madurando la conciencia de la clase obrera. Si en 1879 se habla de libertades políticas, desde 1880 se desglosa su contenido en varios puntos, tales como los derechos de asociación, reunión, manifestación, etc., el sufragio universal, la libertad de prensa, etc. Otros puntos van en la línea de proteger la inviolabilidad e intimidad del individuo, como la seguridad, la inviolabilidad del correo y de la vivienda, la abolición de la pena de muerte, etc.; o las garantías jurídicas, como la justicia gratuita, los jurados para toda clase de delitos, la reforma de las leyes de desahucio, inquilinato o similares…

Como puede verse, las reivindicaciones van en una línea democrática y bastante avanzada. 

En las medidas de carácter económico, desde 1879 se pide la estatalización de los transportes, minas, bosques, etc. y su adjudicación a las sociedades obreras, medida claramente socialista. En 1888 se pide la abolición de la Deuda Pública y de los impuestos indirectos, que serán sustituidos por otro directo y progresivo sobre rentas superiores a 3.000 pesetas anuales.

En las medidas de carácter laboral, en 1879 se pide la reducción de las horas de trabajo, y la prohibición del trabajo a menores de 9 años y de trabajos duros para las mujeres. Fueron reformadas en 1888 con la petición de 8 horas de jornada laboral, la prohibición del trabajo para menores de 14 años y una jornada laboral de 6 horas para los jóvenes entre 14 y 18 años. Y también ampliadas, como la fijación de un salario mínimo, el descanso dominical, etc.

Referentes a la protección en el trabajo, se pide en 1879 la formación de comisiones de vigilancia del trabajo y la vivienda, el derecho de huelga, la promulgación de leyes protectoras de la salud y la vida, la formación de socorros mutuos, pensiones para los inválidos por accidente de trabajo, etc. Y en 1880, la reglamentación del trabajo en las prisiones, la responsabilidad empresarial en los accidentes de trabajo, etc.

Medidas todas ellas, tanto las políticas como las económicas, que son reflejo de las aspiraciones de la antigua AIT o de la posterior Internacional Socialista[36]. 

3.3. Educación, ejército y cuestión religiosa

En el Programa de 1879 se propone una escuela de primera enseñanza y una formación profesional gratuitas y laicas. Al año siguiente se añade un segundo grado de enseñanza, también gratuito y laico.

A estas medidas programáticas le acompañan otras complementarias educativo-culturales, que se fueron realizando a iniciativa del partido o de organizaciones afines, como la escuela profesional de la Asociación del Arte de Imprimir, las secciones culturales del Centro de Sociedades Obreras de Madrid y de las casas del pueblo, etc.[37]

La importancia de la educación desde la óptica socialista queda reflejada en las palabras pronunciadas por Julián Besteiro, al considerar que el marxismo había influido en la clase obrera a la creación de una conciencia de su misión histórica, a liberarla de sus pasiones inferiores y de prácticas violentas estériles, y a elevar, racionalizar y dotar su pasión[38].

En el tema militar el PSOE propone un servicio obligatorio y universal mientras exista estado, para convertirse posteriormente en una milicia popular (Programa de 1880). Sin embargo, en 1979 y 1888 pide, respectivamente, sin especificar nada, un servicio militar obligatorio y la supresión de los ejércitos permanentes, además de la formación de la milicia popular. Esta posición coincide con lo expuesto por Marx, partiendo de la premisa de que en la sociedad burguesa el ejército es un instrumento de defensa del régimen establecido[39].

El reflejo de esta postura en el campo del antibelicismo coincide con la de otros partidos socialistas europeos, por considerar que la guerra es un conflicto de intereses entre los capitalistas. Su lucha contra la guerra de Cuba, por el abandono de las colonias, incluida Marruecos,  contra la involucración en el conflicto de Transvaal, etc. son pruebas evidentes[40]. En suma, el PSOE defiende una estrategia pacifista que, con el lema “guerra a la guerra”, la Internacional había adoptado desde finales de siglo. Más tarde ocurrirían otras cosas, cuando la amenaza de una confrontación mundial fue aumentando día a día, pero eso ya no nos corresponde tratarlo aquí.

Sobre el tema religioso Gómez Llorente afirma que el PSOE no era un partido ateo, sino anticlerical, pero con un carácter distinto del radicalismo burgués, en el sentido de desacralizar la vida política y civil española y no de quemar conventos. Concluye diciendo que la razón de este anticlericalismo hay que encontrarla en el antisocialismo de la teoría social pontificia y la actitud práctica de la Iglesia[41].

Hasta 1888 no aparece el primer pronunciamiento programático sobre el tema. En concreto se pide la supresión del derecho que tiene el clero a la subvención estatal y la confiscación de sus bienes[42]. La medida coincide con la de cualquier partido republicano avanzado, siendo la primera parte de esa propuesta uno de los caballos de batalla de carácter religioso que tradicionalmente separaban a clericales de anticlericales a lo largo del siglo XIX español, como quedó reflejado, por ejemplo, en la Constitución de 1869.

En el Congreso de 1899 se rechaza una propuesta tendente a excluir del partido a militantes católicos[43]. Es en el discurso que Pablo Iglesias pronunció en el Congreso de 1902 donde hay una clarificación bastante interesante: “no quemamos iglesias, pero combatimos ideas (…). Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotación de la burguesía; para ello educamos a los hombres, y así le quitamos conciencia. Pretendemos confiscarles los bienes (…); queremos  que desaparezcan los unos y los otros (curas y frailes)”[44]. Por encima de las razones de tipo filosófico-ideológico que hacen incompatible marxismo y religión, hay otras razones, de tipo en cierta medida coyuntural y con una tradición en unos sectores de la sociedad española, que hacen tomar al PSOE la postura que adoptaron.


4. Evolución ideológica general del socialismo español de 1879 a 1910

Las bases teóricas sobre las que se fundamenta el PSOE a lo largo del periodo comprendido entre 1879 y1910 apenas cambian. Van en la línea de un revolucionarismo teórico, propio de partidos como el francés o el alemán. Pero en el terreno de la aplicación práctica de esos principios las cosas demuestran que poco a poco se van introduciendo novedades. Bien por propio convencimiento, por la presión de las tendencias de oposición en el seno del propio partido, por las influencias del exterior o por las tres cosas a la vez. Y si el posibilismo es una fe sencilla, que pone mucho el acento en la superioridad de la clase obrera y la necesidad de que los socialistas se separen de la sociedad burguesa[45], pronto se dan cuenta Iglesias y su grupo que la inminencia de la revolución no está a la vuelta de la esquina.

La nueva práctica reformista que se inicia desde finales de los 80 se basa en la necesidad de alcanzar acuerdos UGT-patronal y de conseguir representación parlamentaria, cuyo factor principal radica en la necesidad de adaptarse a unas condiciones que le son desfavorables[46]. Esto se empieza a ver con el carácter puramente reivindicativo que le dan al 1 de mayo de 1890 y el reconocimiento un año más en El Socialista de que, sin renunciar al carácter revolucionario, no se ve la posibilidad de la revolución a corto plazo[47].

En 1895 Pablo Iglesias escribe en el periódico del partido que la emancipación de los trabajadores no se va a conseguir de golpe y porrazo, siendo condición necesaria que se vayan adoptando reformas con vistas a ir mejorando la situación moral y material de la clase trabajadora[48]. Las resoluciones del Congreso de 1899, la posición ante la huelga de Barcelona de 1902, la tentativa de García Quejido y la Agrupación Socialista Madrileña en 1903, etc. son pruebas o señales de lo que en 1908 se adopta y en 1910 se consuma.

Con todo, este partido se encuentra falto de realismo. Entre la multitud de errores que se le pueden achacar, unos más graves que otros, hay uno que supone una “ceguera política” flagrante, como es el problema, el olvido del problema del campo, el sector de la economía española que tenía ocupado a más de la mitad de la población.

Este menchevismo del PSOE de la primera década del siglo XX está alejado ya del viejo guesdismo, pero lo separa del revisionismo bersteiniano, al no perder la perspectiva revolucionaria[49]. El nuevo reformismo práctico es la prueba de que el socialismo español ha cambiado algo y a partir de 1910 su influencia en la vida política y social va dejándose sentir de una manera mayor.


Notas

[1] Reberioux (1979, pp. 147-148).
[2] Sobre este tema han escrito, entre otros, la autora antes citada, Tuñón de Lara (1972), Pérez Ledesma (1972); Pérez Delgado (1981) y Meaker (1978).
[3] Pérez Delgado (1981, pp. 208-210).
[4] Pérez Delgado (1981, pp. 6-7).
[5] Morato (1976, pp. 82-84).
[6] Morato (1976, 87-88).
[7] Gómez Llorente (1972, pp. 91-92).
[8] Jiménez Araya (1973, p. 46).
[9] Jiménez Araya (1973, p. 56).
[10] Jiménez Araya (1973, pp. 56-57) y Marx (1973, pp. 517-543).
[11] Jiménez Araya (1973, p. 64).
[12] El Programa de 1888 se encuentra en Morato (1976, pp. 116-117).
[13] Vilar (1979, p. 318) y Tuñón de Lara (1972, p. 323).
[14] Marx (1971b, p. 66).
[15] Jiménez Araya (1973, p. 63).
[16] Morato (1976, pp. 84-85).
[17] Marx (1971a, pp. 17-25).
[18] Marx (1971a, pp. 17-25).
[19] Molnar (1974, cc. IX y X).
[20] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[21] Tuñón de Lara (1972, p. 285).
[22] Fusi (1975, p. 168).
[23] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[24] Pérez Ledesma (1972, pp. 31-32).
[25] Tuñón de Lara (1972, pp. 324-325).
[26] Tuñón de Lara (1972, p. 327).
[27] Meaker (1978, p. 26).
[28] Pérez Ledesma (1972, pp. 43-44 y 54).
[29] Meaker (1978, p. 283).
[30] Pérez Ledesma (1972, pp. 38-39).
[31] Morato (1976, p. 105).
[32] Tuñón de Lara (1972, p. 326).
[33] Morato (1976, p. 153).
[34] Tuñón de Lara (1972, pp. 399-400).
[35] Tuñón de Lara (1972, p. 400).
[36] Morato (1976, pp. 84-85).
[37] Gómez Llorente (1972, pp. 184-185).
[38] Gómez Llorente (1972, p. 183).
[39] Marx (1971a, pp. 65-66).
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[47] Pérez Ledesma (1972, pp. 38-39).
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